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"Hay un elemento que forma parte de mi trabajo. Es la continuidad del proceso cíclico de escritura. Ningún libro podría ser tomado aisladamente del resto. Cada libro se vale de la experiencia anterior y la ilustra. No desde un punto de vista de continuidad temática, sino de actitud. Sin haber escrito el libro anterior sería imposible imaginar la escritura del libro que ha seguido. Porque hay una etapa de experiencia imponderable consumada en la escritura misma, en la búsqueda de un ritmo propio". Del nuevo libro: Escritura poemática - Taller.
Néstor Sánchez
Solos de remington $8000
Es el nuevo inicio de la obra: "Escuchando a tu hijo", y otros relatos inéditos.
Nosotros dos $8000
La primer novela de tango.
Ciclo de escritura.
Siberia blues
$8000
Ciclo de escritura.
El amhor, los orsinis y la muerte $8000
Ciclo de escritura.
Ojo de Rapiña $8000
La experiencia de escritura de Néstor Sánchez en sus tres primeras novelas.
Cómico de la lengua $8000 Testimonios de Teresa Wangeman y Ciclo de escritura.
La condición efímera $8000
Relatos y ciclo de escritura.
El drama sin atenuantes $8000
Néstor Sánchez y Carlos Riccardo conversan (dos textos inéditos).
Visiones de Sánchez
$8000 Testimonios de escritores que lo han conocido. Complilan Ingberg y Fiszman.
Escritura poemática -Taller
$8000
Diario de Manhattan
Ediciones Sin Fin
Barcelona
$8000
Cómico de la lengua
Libros de la resistencia
Chile - España
$8000
Nosotros dos-Siberia blues RBA España
$10,000
Diario de Manhattan
Ed. Palabras amarillas
$8000
Músicos Argentinos $4000 Testimonios e improvisaciones literarias de 22 músicos.
El Gran Ginecólogo de la Patagonia $4000
Mónica Volonteri.
Las calles de Villa Crespo $4000
Fiszman - JAZZ: poemas e ilustraciones.
Fuga menor
$4000
Matías Boni.
Improvisaciones para salir de la jaula
$4000
Claudio Sánchez
Sobre la vida y obra de Néstor Sánchez
Por Néstor Sánchez
Entrevista. Ganador del Premio FIL, Vila-Matas acaba de publicar en la Argentina “Marienbad eléctrico”, que retoma sus reflexiones sobre el arte contemporáneo. Aquí sus ideas, de la literatura a la política.
Por Jorge Carrion Desde Barcelona
En estos días, al mismo tiempo que se anunciaba que Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948) ganaba el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, de la Feria de Guadalajara (en 2014 lo ganó Claudio Magris), la editorial Caja Negra publicaba en la Argentina Marienbad eléctrico , su nuevo libro, un ensayo –en forma de diario ilustrado– sobre su prolongado diálogo con la artista Dominique Gonzalez-Foerster. La traducción al francés acompaña, de hecho, la gran retrospectiva sobre ella que se inauguró hace una semana en el Centro Pompidou de París. Conversamos en Barcelona con el escritor español sobre su obra, que como la de W.G. Sebald o Roberto Bolaño, ha dialogado explícita y sobre todo implícitamente con las artes contemporáneas.
–Veo en el premio de la FIL un círculo que se cierra, porque de la lengua española fue en México donde primero supieron leer tu obra. ¿Cómo evalúas en perspectiva esa lectura mexicana? ¿En qué se parece o diferencia de la francesa?
–En cada país la historia es distinta. Es como un viaje en el que lo pasas bien en una ciudad y mal en otra. Hay lugares como Francia, Argentina, Suecia, Brasil, y últimamente Estados Unidos, Reino Unido y China, donde la recepción es entusiasta y muy superior, claro, a la de otros países. Pero esto generalmente se halla relacionado con las editoriales que se ocupan de mis libros en cada uno de los países: unas llevan una política editorial inteligente –han comprendido que no es un libro mío el que han de vender sino la obra– y otras ni se enteran de lo que se traen entre manos.
–¿Qué gana y qué pierde un escritor con sus traducciones?
–Ahora en China conocí a una de las traductoras de Javier Marías. A la luz de cómo era y hablaba ella, no hacía falta saber mucho más para comprender que Marías podía sonar en chino como si fuera Corín Tellado. Un buen traductor, en cambio, y algunos de los míos lo son –Gabastou en París, Anne Mc Lean en Toronto, Ivonne Blanck en Estocolmo, Elena Liverani en Italia, etc–, puede incluso mejorar la obra. Antes no me preocupaba este asunto y ahora lo cuido mucho. Los traductores han de ser escritores, saber adquirir el “tono” del autor con el que trabajan.
–¿Cuál es tu primer recuerdo de una biblioteca? ¿Y de una librería?
–La deficiente biblioteca del colegio de los Maristas en el Paseo de Sant Joan de Barcelona. Tan defectuosa que creo que la imagino, pero nunca existió. La siguiente biblioteca que me viene a la memoria estaba en la casa de un comerciante al que mi padre tuvo que visitar en relación a un negocio. Yo tenía unos años y acompañaba a mi padre, como el niño de Ladrón de bicicletas , aquel conmovedor filme neorrealista. Me impresionó que aquel hombre con aspecto de tipo peligroso sólo tuviera un libro en su biblioteca: Sissi Emperatriz . En cuanto a la primera librería, sin duda fue la tienda del viejo judío centroeuropeo que me vendía tebeos y libros antiguos cuando tenía yo diez años, en el número 341 de la calle Rosellón. Era un viejo que parecía salido de El tercer hombre y tenía una trastienda a la que yo no podía acceder nunca, pero donde imaginaba que se amontonaban grandes libros de aventuras, no en venta.
–En París no se acaba nunca hablas de cierta literatura argentina: descubres a autores tan distintos como Borges, Edgardo Cozarinsky (a quien mencionas en Marienbad eléctrico) o Raúl Escari. ¿Cómo definirías tu relación con ella desde entonces hasta ahora?
–Una relación fundamental. Comíamos a veces Cozarinsky, Escari y yo en La tablita, un restaurante del Quartier Latin. La argentina es la literatura que más me ha influido y ayudado. Todo empezó nada menos que con Néstor Sánchez, del que leí casualmente “Nosotros dos” en 1972. Su estilo jazzístico, por llamarlo de alguna forma, influyó en el primer libro que escribí. Naturalmente, Sánchez me llevó a Bioy y Borges, que representaron una epifanía para mí. Y no sigo, porque es interminable la lista de escritores argentinos que admiro y entre los que incluyo, como argentino también, a Gombrowicz.
–Julio Cortázar es otro escritor contemporáneo que también escribió sobre artistas contemporáneos. Además hizo collage, se dejó contagiar por la música, entendió la importancia de Duchamp (como demostró Graciela Speranza en Fuera de campo). ¿Cómo y cuándo leíste a Cortázar? ¿Lo sigues haciendo?
–Lo leí poco después de Sánchez. Para un lector joven, Cortázar es extraordinario porque su estilo aparentemente desenfadado te hace creer que escribir es bastante más fácil de lo que creías. Lo he seguido leyendo, aunque sin la insistencia de los primeros tiempos. Recientemente escribí un epílogo a la reedición de “La puñalada / El tango de la vuelta” que publicó Libros del Zorro Rojo. De la importancia de Duchamp acaba de hablar Shaj Mathew en New Republic , que comenta cómo la novela del XXI empieza a acercarse al arte conceptual.
–En Marienbad eléctrico te refieres a tí mismo como a un “cineasta secreto” (mientras que la artista Domenique Gonzalez-Foerster es “una novelista muy activa”). Antes que escritor de literatura fuiste crítico de cine y rodaste películas. En tu libro fundacional, Historia abreviada de la literatura portátil, pones justamente a Duchamp al lado de Vallejo o Lorca o los surrealistas franceses. ¿Es tu poética, desde sus orígenes, híbrida?
–Sí. Alvaro Enrigue escribía hace unos días en El Universal de México que tal vez yo sea el autor que mejor entendió, en mi generación, la bonanza que significaron los primeros años comunitarios para España. Supe lo que tal vez se le ha escapado a tres generaciones de políticos: que la integración a la Comunidad Europea no era un cambio de estatus, sino una propuesta de mestizaje, un gesto final de adaptación al medio que permitía salvar a un conglomerado de culturas que dejarían de ser significativas si no se confederaban.
–¿Cuál es tu primer recuerdo de un cine?
–El cine Metropol, en el 115 de la calle de Roger de Llúria, de Barcelona, hoy un garaje que lleva el mismo nombre. Yo viví en frente hasta los seis años y lo que más me gustaba era esperar al lunes por la mañana para ver cómo (era un cine de los llamados de reestreno) cambiaban los carteles y la programación. Ya entonces me gustaba que las cosas cambiaran. Sé que en 1934, cuando lo inauguraron, fue el cine más lujoso de la ciudad. Mi padre, que tiene ahora 94 años, se acuerda de la programación de aquel día.
El judío errante, una producción británica con Conrad Veidt de protagonista.
–En tu ensayo del volumen colectivo Mad Men o la frágil belleza de los sueños en Madison Avenue –publicado en Errata Naturae–, ves en la televisión contemporánea un diálogo con las formas del cuento y la novela. ¿Habría una zona de sintonía entre literatura, series y arte contemporáneo en algunas formas narrativas?
–Hombre, le encuentro todo tipo de sintonías. ¿Cómo voy a cerrarme? Mi especialidad siempre ha sido hallar conexiones entre todas las cosas. Trabajo muchas veces con ready-mades literarios.
–Hay un concepto de la literatura de Sergio Chejfec, lo flotante, que conecta tu obra con el arte de Dominique Gonzalez-Foerster, de Francis Alÿs y Sophie Calle, que se estructura a menudo en la deriva, el viaje arqueológico, el concepto nómada. Cuando viajas, ¿estás constantemente pensando en qué experiencias, detalles o lecturas se van a traducir en un texto? ¿Cómo decides qué será periodismo, dietario o ficción?
–No, porque todo lo que veo o me ocurre me sirve. Y esto tiene una explicación: sin renunciar a narrar, cargo las tintas de lo que escribo, no en la historia que cuento, sino en la voz que narra, en el punto de vista. Es por eso que mi obra puede ser leída como un continuo en el que se van mezclando historias y géneros: mis libros de artículos fluyen hacia mis novelas que fluyen hacia mis ensayos que fluyen hacia mis cuentos.
– En Kassel no invita a la lógica aparece la comisaria Chus Martínez como un personaje a la vez inquietante y angélico. La crónica o el relato también es ambivalente, como si el arte contemporáneo no pudiera ser narrado sin ironía que contrapese el interés y la atención que le dedicas...
–Todo en ese relato es muy ambiguo. El narrador tiene un arrebato de entusiasmo por todo lo que ve en la Documenta, como si hubiera tomado “una pastilla de euforia”. Y no acabamos sabiendo si le encanta ese arte o bien su entusiasmo es una forma más de la ironía y en realidad no para de mofarse de lo que ve. Efectivamente, da la impresión de que el arte contemporáneo puede gustarle a uno, pero no se puede creer en él. Con un cuadro de Rubens o de Velázquez es todo distinto: lo vemos y creemos en él. La gracia del arte contemporáneo –de una tontería como la de Tino Sehgal, por ejemplo– es que la vemos y nos gusta mucho y hasta la admiramos y nos permite, además, reír, y por la noche nos persigue lo que hemos visto porque no hemos acabado de entenderlo. Como un cuento de Felisberto Hernández; no lo entendemos y deseamos volver a él porque se ha abierto una puerta a algo que desconocíamos. Las obras serias que comprendemos son aburridas y no tenemos mucho que hacer con ellas porque están acabadas.
–La ironía, el humor, la levedad intencionada son características de tu obra. Nicolas Bourriaud diría que son estrategias, junto con la deriva y el viaje, junto con la brevedad de algunos de tus libros más emblemáticos, en contra de la monumentalidad, que en literatura y en tu caso sería tal vez la de la novela española de Cela y compañía, o de la del Boom...
–Me molesta la españolada de lo solemne, de lo académico, de lo pesado, de lo institucional y, muy especialmente la figura del “escritor importante”. Me gusta el escritor desarrapado; Marguerite Duras o Bolaño, por ejemplo. Hace tiempo que tengo una aversión invencible hacia la seriedad. Para mí la misma esencia de la seriedad es la maquinación y, en consecuencia, el engaño.
–¿Qué diferencias observas entre los circuitos del arte contemporáneo y los de la circulación literaria?
–Se diría que frecuento el circuito del arte contemporáneo, y no es así, en absoluto, apenas tengo unas someras ideas sobre él. No hace mucho, me invitaron a Londres a una cena a la que acudían importantes millonarios británicos, mecenas de arte. A los postres, yo debía hablar diez minutos acerca de la figura de Robert Walser. Naturalmente, decliné –horrorizado– la invitación. Pero desde entonces me ha quedado la idea de que en el circuito del arte son más ricos y quizás más obscenos que en el literario.
–¿Cuál es tu primer recuerdo de un museo?
–Por mucho que lo intento, no recuerdo mi primer recuerdo de un museo. Hay muchas cosas de las que no tenemos –o al menos yo no tengo– un primer recuerdo. Por ejemplo, me acuerdo del primer japonés que vi en mi vida. Y en cambio no consigo record
Jorge Carrión es escritor y ensayista, autor de novelas como “Los muertos” y “Los turistas”. Su libro “Librerías” fue finalista del Premio Anagrama de Ensayo.
Pablo Ingberg y Liliana Guaragno presentaron, el 23 de septiembre del 2014, con la interlocución de Germán García el libro
Visiones de Sánchez. Al finalizar Claudio Sánchez (en teclado) y Alfredo Slavutsky (en percusión) realizaron una impro-visación musical. La Asociación Amigos de la Fundación René Descartes
aprovechó la ocasión para realizar la presente entrevista a Claudio Sánchez quien junto a Paula Bisignano, Federico Barea y Julieta Sánchez lleva adelante el proyecto de La comarca
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Néstor Sánchez